Los sátiros no eran guerreros ni soldados, pero luchaban con fiereza cuando se veían amenazados, cuando se les privaba de vino o ninfas o cuando no se les dejaba dormir. Iban a las batallas montados en tímidos burros y llevaban jabalinas construidas por dríadas. El sátiro más anciano, Sileno, podía lanzar dos jabalinas a la vez y, de vez en cuando, contaba a los otros sátiros el truco para hacerlo.